16 abr 2012

¿QUIÉN HACE EL CUIDADO PASTORAL DEL MISIONERO?



En el artículo “Cuidado Pastoral del Misionero” compilado por Carlos Scott; descubrimos que el cuidado pastoral del misionero es una tarea compartida entre varios agentes.

El cuidado al misionero no era una tarea exclusiva de personas “expertas” o especializadas. El apóstol Pablo menciona en sus cartas, más de 70 nombres de personas que fueron usadas por Dios para ministrarlo, apoyarlo y cuidarlo.

Algunos de ellos fueron Febe, Priscila y Aquila (Romanos 16:1-4) que lo ayudaron y hasta fueron capaces de exponer su vida por él. Estefanás, Fortunato y Acaico (1 Corintios 16:17-18) confortaron su espíritu. Aristarco, Marcos y Justo (Colosenses 4:10-11) se encargaron de consolarlo. Onesíforo (2 Timoteo 1:16-17) muchas veces buscándolo con solicitud, lo confortó y le fue de gran bendición.

También los hermanos de Tesalónica, enviaron por medio de Timoteo saludos cariñosos, buenas noticias de su fe y amor, lo cual para el corazón de Pablo, en medio de toda su aflicción y necesidad, fue de mucho consuelo.

Los hermanos de Corinto fueron usados por Dios para bendecir y confortar a Pablo que estaba pasando por conflictos externos y temores internos, de tal forma que decidieron enviar a Tito para demostrarle en palabra y hecho el amor y solicitud que ellos le tenían (2 Corintios 7:5-7).

Los filipenses se hicieron presentes, por medio del apoyo económico (Filipenses 4:10.15). Pablo no estuvo solo para cumplir el llamamiento que Dios le hizo, el Espíritu Santo lo usó poderosamente y el Señor lo rodeó de miembros de su cuerpo para bendecirlo y tomar parte en la extensión del su Reino hasta lo último de la tierra.

Como Pablo, los misioneros interculturales hoy día necesitan apoyo y cuidado en el área espiritual, emocional, física y de relaciones interpersonales. El cuidado al misionero involucra tres niveles diferentes de personas.

Una forma completa de cuidado se da cuando es compartido entre la iglesia, agencia y el misionero:

(a) La iglesia es la responsable primaria por el cuidado en el país de origen, que incluye el reconocimiento del llamado, apoyo durante el entrenamiento y selección, de la logística para el envío y el cuidado en el campo. Es en la iglesia local donde los obreros son moldeados, fortalecidos y lanzados a la obra.

(b) El rol de la agencia misionera tiene que ver con el cuidado y supervisión del obrero en el campo.
 Es preciso una buena comunicación entre el obrero y su supervisor, y con los otros obreros que trabajan en las mismas tareas.

Es necesario un cuidado pastoral del misionero por medio de periódicas entrevistas e informes en el campo. Talleres, conferencias y retiros espirituales para renovar el ánimo espiritual y emocional son muy importantes. Es necesario tomarles exámenes de salud espiritual, emocional y aún física para evitar el agotamiento.

Hay que trabajar para reforzar el sentido de familia o equipo, y de prevenir que diferencias pequeñas lleguen a ser conflictos grandes con heridas difíciles de solucionar. Cien gramos de prevención valen un kilo de intervención. A veces es necesaria la intervención de la agencia e iglesia en conjunto ante determinadas situaciones como: el haber dejado la fe Cristiana; el crear división constante entre la familia de Dios; haber caído en un pecado que arruina su testimonio frente a la gente que quiere alcanzar, etc..

Cuando hay decisiones duras de tomar, la agencia y la iglesia deben de estar de acuerdo y bien unidas. De no ser así, el misionero que ya no está en su sano juicio buscará apoyo de uno contra el otro, y las dividirá. La intervención es en primer lugar una disciplina tierna para enderezar lo torcido antes de que se endurezca. Muchas veces la intervención viene muy tarde porque a pocas personas les gusta confrontar a otros, y con cada día que pasa, los seres humanos estamos menos dispuestos a recibir corrección.

Hay que corregir las acciones pero cuidar que el obrero no pierda la esperanza de superar sus defectos. (Gálatas 6:1-5).

(c) El misionero tiene que tener conciencia de que hay una dimensión personal que le corresponde a el en participar en el cuidado. Tiene que entender las funciones de la iglesia y de la agencia para con él y mantenerlos informados de sus necesidades. “La responsabilidad suprema del cuidado de los obreros de Dios descansa plenamente en Sus manos porque es Él quien los envía, y es Él quien tiene el poder para sostenerlos.

Aunque la iglesia le envíe, y una agencia le administre, el obrero tiene que funcionar sabiendo que su último jefe es el Señor de la Mies. Ni la iglesia ni la agencia pueden siempre acompañarle en la cárcel, o darle consuelo en la enfermedad, o levantar el ánimo cuando está cerca de la derrota. Tarde o temprano, los humanos le van a fallar, y se quedará sólo con el Dios de todo Consuelo (II Cor. 1:3).

Cuando Cristo envió a los doce y luego a los setenta y dos, los envió sin bolsa, ni bastón, ni dinero ni ropa de repuesto (Lucas 9:2, 10:4). Les dio autoridad sobre los espíritus impuros y para sanar enfermedades, pero no organizó una gran estructura de cuidado para ellos. Mas bien, les dijo que les enviaba como corderos en medio de lobos (Lucas 10:3).

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