La lectura, el estudio y la meditación de los evangelios sinópticos; siempre nos sugiere un ejemplo a seguir. Pero, ¡escuchen!, los evangelios nos presentan también un conflicto. Porque en ellos se nos enseña que Jesús, por lo que hacía y por lo que decía, fue un hombre polémico y conflictivo. Los evangelistas lo aseveran repetidas veces y sin vacilaciones.
Analicemos algunos pasajes al respeto: Mt 11, 6; 17, 27; 26, 31; Mc 14, 27; Jn 6, 61).
“Y respondiendo Jesús les dijo: —Id y haced saber a Juan las cosas que oís y veis: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son hechos limpios, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres se les anuncia el evangelio. Y bienaventurado es el que no toma ofensa en mí.”
(Mt 11.4-6)RVA
Al ser encarcelado, Juan el Bautista tuvo algunas dudas acerca de si Jesús era el Mesías. Si el propósito de Juan era preparar a la gente para la venida del Mesías, y si Jesús lo era en realidad, ¿por qué Juan estaba en prisión, ya que él podía haber seguido predicando a las multitudes y preparando corazones?
Jesús contestó las preguntas de Juan refiriéndose a sus actos de sanidad en favor de ciegos, paralíticos, sordos y leprosos, y a la resurrección de muertos y el anuncio de las buenas nuevas acerca de Dios. Con estas evidencias, la identidad de Jesús quedó aclarada.
Jesús contestó las preguntas de Juan refiriéndose a sus actos de sanidad en favor de ciegos, paralíticos, sordos y leprosos, y a la resurrección de muertos y el anuncio de las buenas nuevas acerca de Dios. Con estas evidencias, la identidad de Jesús quedó aclarada.
Si alguna vez alguien duda de su llamado y su servicio en la obra de Dios , piense en las evidencias que se hallan en las experiencias y los cambios que han tenido lugar en usted, así como los frutos logrados en su labor como siervo del Señor.
Cuando alguien dude, no se aleje de Cristo, acuda a Él; Él le enseñará.
"Pero, ¿a qué compararé esta generación? Es semejante a los muchachos que se sientan en las plazas y dan voces a sus compañeros, diciendo: ’Os tocamos la flauta, y no bailasteis; entonamos canciones de duelo y no lamentasteis.’ Porque vino Juan, que no comía ni bebía, y dicen: ’Tiene demonio.’ Y vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: ’He aquí un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores.’ Pero la sabiduría es justificada por sus hechos." (Mt 11.16-19)RVA
Jesús condenó la actitud de su generación. Dijera lo que dijera o hiciera lo que hiciera, ellos siempre tomaban la contraria. Eran cínicos y escépticos porque Jesús condenaba su estilo de vida cómodo, seguro y egocéntrico. Nosotros también con frecuencia buscamos justificar nuestras indecisiones. Tememos que obedecer a Dios aunque implique cambiar la forma de vida que llevamos.
Si usted en alguna oportunidad se ha sentido motivado por el Espíritu de Dios a señalar esta actitud que tiene el liderazgo en su congregación: cómodo, seguro y egocéntrico; hágalo con fortaleza y valor porque el Señor estará con usted donde quiera que vaya.
“Entonces Jesús les dijo: —Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche, porque está escrito: Heriré al Pastor, y las ovejas del rebaño serán dispersadas. Pero después de haber resucitado, iré delante de vosotros a Galilea. Respondiéndole Pedro dijo: —Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré. Jesús le dijo: —De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, tú me negarás tres veces. Pedro le dijo: —Aunque me sea necesario morir contigo, jamás te negaré. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.” (Mt 26.31-35)RVA
Todos los discípulos manifestaron al Señor que estaban dispuestos a morir con Él antes que abandonarlo. Sin embargo, pocas horas más tarde huyeron. Hablar es fácil. Es sencillo decir al calor de nuestras emociones (carne) que somos seguidores de Cristo. Pero nuestras declaraciones son solo verdaderas cuando se prueban en el crisol de la persecución y la descalificación.
¿Qué actitud tomamos ante las circunstancias adversas que provienen de los mismos con los que hemos trabajado mano a mano y hombro a hombro como colaboradores de la obra de Dios? ¿Cuán sólida es nuestra fe? ¿Tenemos suficiente firmeza para resistir una prueba intensa? ¿Estaremos dispuestos a seguir adelante camino a nuestro propio Calvario como lo hizo el Maestro para alcanzar el propósito divino?
“Sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: — ¿Esto os escandaliza? ¿Y si vierais al Hijo del Hombre subir a donde estaba primero? El Espíritu es el que da vida; la carne no aprovecha para nada. Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. Pero hay entre vosotros algunos que no creen. Pues desde el principio Jesús sabía quiénes eran los que no creían y quién le había de entregar, y decía: —Por esta razón os he dicho que nadie puede venir a mí, a menos que le haya sido concedido por el Padre. Desde entonces, muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él. Entonces Jesús dijo a los doce: — ¿Queréis acaso iros vosotros también?” (Jn 6.61-67)RVA
¿Por qué las palabras de Jesús hicieron que muchos de sus seguidores lo abandonasen?
(1) Es posible que se hayan dado cuenta de que no sería el Mesías-Rey conquistador que esperaban.
(2) Rehusó ceder ante sus exigencias egocéntricas.
(3) Enfatizó la fe, no los hechos.
(4) Sus enseñanzas eran difíciles de entender y algunas de sus palabras eran ofensivas.
Al venir la prueba de nuestra fe, es posible que nos sintamos tentados a apartarnos porque las lecciones de Jesús son difíciles. ¿Reaccionaríamos entonces dándonos por vencidos, pasando por alto ciertas enseñanzas o rechazando a Cristo?
En lugar de eso, pidamos a Dios que nos muestre el significado de sus enseñanzas y nos diga cómo se aplicarán a nuestra vida (Stg. 1.5). Luego tengamos la fortaleza y el valor de actuar con base en la verdad de Dios pues Él ha prometido estar con nosotros: “¿No te he mandado que te esfuerces y seas valiente? No temas ni desmayes, porque Jehovah tu Dios estará contigo dondequiera que vayas.” (Josué 1.9)RVA
Para Jesús no existen términos medios. Cuando preguntó a sus discípulos si también se irían, les mostraba que podían tanto aceptarlo como rechazarlo. Además el Maestro no intentaba causar división con sus enseñanzas. Sencillamente decía la verdad.
Cuanto más escuchaban las personas el verdadero mensaje de Jesús, más se dividían en dos bandos: los que buscaban con sinceridad porque deseaban aprender más y los que rechazaban a Jesús porque no les gustaba lo que oían pues golpeaba fuerte en sus conciencias.
Después que muchos de los seguidores lo abandonaron, Jesús preguntó a los doce discípulos si también lo dejarían. Pedro respondió: « ¿A quién iremos?»
En su estilo directo, Pedro respondió por todos nosotros: no hay otro camino que seguir. A pesar de que existen muchas filosofías y autoridades autoproclamadas, únicamente Jesús tiene palabras de vida eterna. La gente busca vivir la vida cristiana de muchas maneras y no ven a Cristo y el costo de seguirle. Permanezcamos con Jesús, sobre todo cuando estemos confundidos o nos sintamos solos o perseguidos.
Y el apóstol Pablo también confirma (1 Cor. 1, 20-31; Gal 5, 11).
“¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el escriba? ¿Dónde el disputador de esta edad presente? ¿No es cierto que Dios ha transformado en locura la sabiduría de este mundo? Puesto que en la sabiduría de Dios, el mundo no ha conocido a Dios mediante la sabiduría, a Dios le pareció bien salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: para los judíos tropezadero, y para los gentiles locura. Pero para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios. Porque lo necio de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres. Pues considerad, hermanos, vuestro llamamiento: No sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles. Más bien, Dios ha elegido lo necio del mundo para avergonzar a los sabios, y lo débil del mundo Dios ha elegido para avergonzar a lo fuerte. Dios ha elegido lo vil del mundo y lo menospreciado; lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte delante de Dios. Por él estáis vosotros en Cristo Jesús, a quien Dios hizo para nosotros sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor.” (1 Co 1.20-31)RVA
“Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no os pongáis otra vez bajo el yugo de la esclavitud. He aquí yo, Pablo, os digo que si os dejáis circuncidar, de nada os aprovechará Cristo. Y otra vez declaro a todo hombre que acepta ser circuncidado, que está obligado a cumplir toda la ley. Vosotros que pretendéis ser justificados en la ley, ¡habéis quedado desligados de Cristo y de la gracia habéis caído! Porque nosotros por el Espíritu aguardamos por la fe la esperanza de la justicia. Pues en Cristo Jesús ni la circuncisión ni la incircuncisión valen nada, sino la fe que actúa por medio del amor. Corríais bien. ¿Quién os estorbó para no obedecer a la verdad? Tal persuasión no proviene de aquel que os llama. Un poquito de levadura leuda toda la masa. Yo confío en el Señor con respecto a vosotros que no pensaréis de ninguna otra manera; y el que os inquieta llevará su castigo, sea quien sea. Pero con respecto a mí, hermanos, si todavía predico la circuncisión, ¿por qué aún soy perseguido? En tal caso, se habría quitado el tropiezo de la cruz. ¡Ojalá se mutilasen los que os perturban!” (Gal 5.1-12)RVA
El Evangelio nos enseña así que en la vida tenemos que ser personas ejemplares. Pero también nos dice que no nos debe dar miedo resultar (quizá) escandalosos. Por eso la lectura y meditación del Evangelio termina siendo una especie de agonía, en el sentido etimológico de esta palabra: ágon = lucha. Porque afrontar la lectura y meditación del Evangelio es afrontar un combate. El combate interior que todos llevamos dentro de nosotros mismos. El combate de nuestra propia humanidad contra la deshumanización que rompe nuestras vidas y agrieta los muros del Cuerpo de Cristo.
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