3 mar 2012

El método bíblico para el crecimiento de la iglesia.

Vivimos en una época de fórmulas. La efectividad de los avances tecnológicos nos ha habituado a pensar que todo puede ser resuelto por algún método o alguna herramienta. Parece ser que ningún campo de la experiencia humana escapa a la tentación de ser resuelto por alguna técnica “moderna e infalible”.
La proliferación de métodos y técnicas, que prometen un espectacular crecimiento numérico, demuestran que la Iglesia no ha escapado a la tentación de la época. Existen “Diez pasos para esto”… “Doce principios para eso”… y “El secreto para aquello otro”…

Una invasión tal, y la urgencia del éxito inmediato que tanta presión causa en nuestros contemporáneos, nos han llevado a olvidar que el Señor ya nos ha dado Su “método”. El método de Dios para el crecimiento y fortalecimiento de su Iglesia no tiene nada de técnicas de marketing o psicología popular aplicada, pero es totalmente efectivo y perfectamente diseñado.

Un esbozo operativo del método bíblico para el crecimiento de la Iglesia lo encontramos en el sermón inaugural de la misma en el libro de los Hechos de los Apóstoles 1.12 – 2.42. Y el resultado fue que en ese primer sermón se agregaron a la Iglesia 3000 personas. Básicamente, el método bíblico consta de tres pasos:

1. La Oración:
La Iglesia que ora, crece. Los apóstoles y discípulos esperaron la promesa del Espíritu Santo en intensa oración. No existe nada en el mundo que se compare al poder de Dios. Trabajar es bueno, pero dejar a Dios trabajar es infinitamente mejor, “pues Dios, según su bondadosa determinación, es quien hace nacer en ustedes los buenos deseos y quien los ayuda a llevarlos a cabo” (Filipenses 2.13 DHH).

2. El Fundamento Escritural:
El mensaje predicado por los apóstoles no fue determinado por las exigencias del mercado ni por las preferencias del momento. Ellos conocían, creían y esperaban el cumplimiento de las promesas de Dios. Una Iglesia que crece, es una Iglesia que se aferra fielmente al mensaje de las Escrituras. “Tú has ordenado que tus preceptos se cumplan estrictamente.” (Salmos 119.4 DHH).

3. El Testimonio:
Una Iglesia que crece es una Iglesia que ha tenido, y tiene, un contacto vivo con el Señor. Se exige que un testigo sea verdadero; no se puede ser testigo de cosas que no hemos visto ni oído. El testimonio de la Iglesia debe estar basado en una vida de íntima comunión y discipulado. No se puede enseñar a otros un camino por el cual nosotros mismo no hemos transitado. “Les anunciamos, pues, lo que hemos visto y oído, para que ustedes estén unidos con nosotros, como nosotros estamos unidos con Dios el Padre y con su Hijo Jesucristo.” (1Juan 1.3 DHH).

Por Dr. Andrés O. Ayala, restauracionnt@gmail.com (Parte 1/4)

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