17 dic 2010

El enemigo común

Daniel Ortega es el presidente con menor apoyo en Centroamérica, con penas un 30% de popularidad.

El pueblo de Nicaragua no está engañado y Costa Rica, su Gobierno y su pueblo deben tenerlo siempre en cuenta.


Una encuesta publicada el martes en Managua por el diario La Prensa sirve para poner en perspectiva el conflicto suscitado por la invasión de isla Calero. Sirve, sobre todo, para identificar al adversario. No es el pueblo nicaragüense, cuyas aspiraciones de paz y concordia no distan de las manifestadas por la gran mayoría de costarricenses. El adversario es Daniel Ortega y su régimen, habituado a pisotear los derechos de sus conciudadanos y la voluntad manifestada por ellos en las urnas.
Los nicaragüenses, dice la encuesta del Sistema de Monitoreo de Opinión Pública, abogan por una solución pacífica (66%), apoyan el retiro de sus tropas de la zona ocupada (65,8) y piden dar prioridad a las relaciones de cooperación por encima del conflicto (95,9%). Las cifras son sorprendentes si se toma en cuenta el impacto de la propaganda sandinista, la naturaleza clientelista del régimen y la explotación de sentimientos nacionalistas, tan eficaces para nublar la razón en cualquier país del mundo.
Sorprende, todavía más, la respuesta de los ciudadanos identificados políticamente con el Frente Sandinista. Cuando se les preguntó por la desmilitarización de isla Calero para abrir espacio al diálogo, 56,7% manifestaron su acuerdo. La cifra sube al 69,4% entre los simpatizantes de la oposición y alcanza el 72,2% entre los independientes, cuya importancia es capital porque constituyen el grueso del electorado nicaragüense, con un 49,6%.
La apuesta al discurso nacionalista parece, en este momento, perdida. El 60% de los simpatizantes de la oposición y el 54,2% de los independientes niegan que la desmilitarización de Calero pueda poner en riesgo la soberanía nacional. Entre los sandinistas, el porcentaje alcanza la asombrosa cifra del 43,1%. En general, el 48.9% de la población no advierte peligro frente a un 46.3% que opina lo contrario.
Más de la mitad, es cierto, califica de acertadas las actuaciones de Ortega, cuya popularidad aumentó con el inicio del conflicto. Existe una natural tendencia a brindar apoyo al Gobierno en situaciones de conflicto internacional, pero las importantes mayorías concitadas para criticar las actuaciones concretas del régimen deben sembrar preocupación en Ortega.
Una segunda encuesta, divulgada el miércoles por la firma CID-Gallup, confirma los motivos de preocupación. Daniel Ortega es el presidente con menor apoyo en Centroamérica. Apenas goza de un 30% de popularidad. En este caso, el sondeo mide la opinión de los nicaragüenses sobre su gobernante y no solo sobre su desempeño en el conflicto con Costa Rica.
Vale la pena recordar, también, que Ortega nunca logró la Presidencia con una mayoría de votos. Tanto es así que en la última elección pactó con el expresidente Arnoldo Alemán con el fin de rebajar el porcentaje requerido para vencer en primera ronda. Ortega alcanzó el poder con el respaldo de poco más de una tercera parte de los electores y, a juzgar por la última encuesta, gobierna con algo menos. Un Gobierno con más respaldo no necesita del fraude electoral para imponerse en unos comicios municipales.
Ortega viene desgastando la voluntad de sus conciudadanos con la ineficacia de su administración y los abusos perpetrados para preservar el poder, como la absurda reforma constitucional promovida para permitirle la reelección. En ese marco, no es difícil explicar su deseo de crear un enfrentamiento externo. Un conjunto de leyes sobre defensa, seguridad y fronteras, aprobadas con la excusa del conflicto de Calero, afianza la influencia del mandatario sobre el ejército y le ofrece nuevas oportunidades de utilizar a la milicia para satisfacer fines políticos internos. El descontento no ha tardado en manifestarse y desnuda el propósito de utilizar el artificial enfrentamiento con Costa Rica para obtener ventajas inconfesables.
Nicaragua, pues, no está engañada y Costa Rica, su Gobierno y su pueblo deben tenerlo siempre en cuenta. A los dos pueblos nos une, entre muchas otras cosas, el enemigo común que hoy hace hasta lo imposible por separarnos.

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